La Chaqueta Metálica es una de las películas más polémicas de Stanley Kubrick. El título en cuestión ha sido severamente criticado por algunos de los fans del director, sobre todo por la sensación de vacío que causó la segunda hora de metraje en comparación con los cuarenta minutos iniciales. A pesar de esto, es considerada una de las mejores películas bélicas sobre el conflito de Vietnam, a la altura de títulos como Apocalypse Now y Platoon. Una durísima crítica al sinsentido del conflicto bélico y al deshumanizado y humillante reclutamiento al que se someten los jóvenes soldados antes de ir a la guerra.
Es muy interesante mencionar la construcción de la película, dividida en dos partes. Ya comentaba en mi crítica de Tiburón que muy pocos directores se atreven a dividir sus películas así. En el caso de Kubrick, los cuarenta minutos iniciales de reclutamiento sirven como entrada a la segunda parte, el conflicto bélico y sus consecuencias. En primer lugar, Kubrick transmite al espectador la degradación constante a la que se ven sometidos los hombres que deciden alistarse en el Ejército. Unos actúan por patriotismo y otros quieren demostrarse a sí mismos y a sus familiares que tienen el coraje necesario para ir a la guerra. Independientemente de las razones, creencias y necesidades de los reclutas, todos se verán subyugados por la brutalidad del entrenamiento militar, llevado a cabo por el impenetrable sargento Hartmann. Esta constante humillación y degradación de la dignidad humana tiene como objetivo desposeer de toda sensibilidad a los soldados, convirtiéndolos en máquinas de matar. La personalidad de los reclutas se ve aplastada desde los primeros minutos de metraje, cuando les rapan la cabeza. Poco después experimentarán el “renacer del alma”, cuyas bases serán la omisión de la identidad y la privación de sus derechos: todos se verán desprovistos de su personalidad y de la capacidad de pensar por sí mismos.
En la segunda pieza del puzzle, Kubrick muestra las horribles consecuencias del adiestramiento; el reclutamiento ha creado máquinas de matar que ahora están sueltas en el campo de batalla. Pero la guerra es absurda y los civiles son los primeros que pagan las consecuencias. Mujeres, niños, ancianos y enfermos son ejecutados. Los cadáveres de los enemigos son apilados en trincheras y rociados con cal. Las jóvenes se ven obligadas a prostituirse con los soldados americanos por diez dólares. Las ciudades quedan hechas cenizas. Ningún hombre volverá a ser el mismo.
Para acabar, me gustaría mencionar varias curiosidades, como el hecho de que R. Lee Ermey, que interpreta al sargento Hartmann y que recibió una nominación al Globo de Oro por su excelente actuación, era instructor en la vida real e improvisó varias secuencias de la película, como el discurso inicial. Por otra parte, Vincent D’Onofrio engordó considerablemente para el papel de Patoso. A pesar de todos estos factores, ninguno de ellos fue nominado a los Premios de la Academia. Lo que es más, aunque “La Chaqueta Metálica” sea una de las películas más importantes del cine moderno, no recibió nada más que una nominación al mejor guión adaptado. Pero ya se imaginan lo que pensaría Kubrick sobre esto: “Aquí mi fusil, aquí mi pistola”.