El abuelo y el niño se quedaron sin programa desde que el primer canal de televisión española decidiese, en 2005, cortar de raíz la vida del exitoso «Grand Prix del verano». Once años ininterrumpidos de culetazos, caídas al agua y cornadas de vaquilla en las noches veraniegas.
Seguramente nada más mencionar el nombre del programa, que arrancó en 1995 un jovencísimo Ramón García, todo el mundo comienza a tararear la mítica melodía de la cabecera, así como las voces en off del presentador en los míticos vídeos de repetición de las pruebas.
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También recordaréis el sinfín de pruebas a las que el programa de Europroducciones enfrentaba cada semana a pueblos de cuyos nombres no quiero acordarme, de lo rebuscados que eran. Municipios de menos de 5000 habitantes que se tintaban de azul o amarillo y que debían enfundarse los inconfundibles disfraces que daban sentido a las gincanas y pruebas del concurso de TVE.
¿Quién pudo olvidarse de la patata caliente? Un clásico en el que alcaldes y padrinos intentaban dar con la respuesta correcta en el menor tiempo posible para evitar que un globo-patata, que iba aumentando de tamaño, estallara en sus caras.
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Y para cara de patata, la que se les quedaba a los ‘pueblerinos’ de Los Troncos Locos de los porrazos que se pegaban cuando pretendían pasar los improvisados cilindros móviles, al tiempo que el pueblo enemigo los giraba para que no consiguieran reunir objetos típicos del verano.
Y un verano sin Los Aguadores no era un verano. Esa prueba en la que el agua perdía su transparencia y se afanaba al amarillo y azul acuarela, y que tras derramarse la mitad de su contenido en el inmenso plató del «Grand Prix», algunos hasta conseguían rellenar el enorme contenedor que completaba el resbaladizo recorrido.
Y cómo olvidar a la emblemática vaquilla. El sello inconfundible de la casa «Grand Prix» con ruedo incluido, en el que se realizaban pruebas como la construcción de Arcos, El Ciempiés, o la ilustración de La Caperucita y el Lobo. Una vaquilla con más hambre que Ramón García en las uvas de Fin de Año, cuya misión era cornear a todo el que se le ponía por delante. Mítico momento cuando el presentador entonaba taurinamente el nombre del astado ante su nerviosa salida al redondel de pruebas, con la mirada de los pueblos como graderío.
Pero, sin duda, uno de los números que mayor fanatismo y repercusión experimentaba era la prueba de Los Bolos, además de ser la favorita de Ramón García, todo sea dicho. Los participantes, atrapados en enormes e incómodos trajes, tenían que burlar una gigantesca bola que el pueblo opuesto tiraba bajo las órdenes de su respectivo alcalde, cuyo desacierto a la hora de guiar al concursante era desesperante. Como su mandato político fuera igual, iban apañados.
Rampas, aguantar la respiración bajo el agua, prueba de insectos, construcción de arcos… pero tampoco quiero dejar pasar a Los Carteros sobre la cinta transportadora, o el momento tirones de pelo en el público en busca y captura de unas cuantas pelucas. O la prueba más seria (y algo aburrida) como El Diccionario, momento ‘Pasapalabra’ de aquellos tiempos, pero al revés, ya que se nombraban palabras que no existían en la RAE.
Estas son la decena de pruebas que más se repetían en el exitoso programa de la cadena pública, que después se ha traspasado a canales autonómicos con muy buenos resultados. ¿Cuál era tu favorita? Cuéntanos en nuestras redes, o te explota la patata…
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