–Oh, my God! I wrote a hit play!–
Así gritaba Max Fisher en «˜Rushmore’ (1998), el camino natural que su director, Wes Anderson, seguiría en su IMDb. Ese adolescente perdedor, sabelotodo, ambicioso, obsesionado con el triunfo, presidente de todos los clubs existentes y no-existentes en el high school americano. Un fracasado habitual acostumbrado a perder frente al adversario, dentro de una realidad paralela inventada llena de éxito. Imaginación, mucha imaginación. ¿Pero qué pasa si esa realidad inventada se convierte en la realidad auténtica? Ya no es Max Fisher. Por eso, Max Fisher es Wes Anderson. Y esa realidad inventada ya es un hecho.
En la Europa de entreguerras de mediados del siglo XX, se encuentra «˜El Gran Hotel Budapest’, dentro de una república inventada en la que la obsesión por los hoteles caros, la rebeldía de la clase rica incomprendida y aburrida, las familias desestructuradas, los amores complicados y las persecuciones con la velocidad del stop-motion siguen siendo el principal atractivo de un cine que habla en el idioma del cine mudo, un cine exagerado en toda su forma, obsesionado por la parodia de la parodia. «˜El Gran Hotel Budapest’ de Wes Anderson es una matrioska de Wes Anderson. Una muñeca rusa repetitiva, cansada de sí misma y de todo su repertorio de gags. En este nuevo universo atemporal existen orgasmos en forma de anacronismos visuales –y conceptuales– como los de la «˜María Antonieta’ (2006) de Sofia Coppola o los de «˜El Gran Gatsby’ (2013) de Luhrmann. Películas que pecan de ser productos supuestamente innovadores cayendo, tristemente, en el lado contrario.
Nada se presenta como nuevo en una fuga paródica de una cárcel, como si la muñeca rusa de «˜El Gran Hotel Budapest’ fuese un remake de «˜Chicken Run’ (2000), que ya fue un remake encubierto de «˜La Gran Evasión’ (1963), que Wes Anderson ya homenajeó con la maravillosa «˜Fantástico Mr. Fox’ (2006). Su última película resulta una muñeca rusa atractiva, pero defectuosa.
La paradoja del asunto es que el público general no caía en las redes de esas primeras películas totalmente innovadoras y cargadas de originalidad de Wes Anderson. En cambio, con un reciclaje más que evidente de aquellas, el bueno de Wes ha pasado de ser un punto negro de crítica a llenar salas de cine de todo el mundo. Con «˜El Gran Hotel Budapest’ se ha superado el récord de mejor estreno con menos copias –solo 4 pantallas– en todo los USA. ¿Pero cuándo se pasó Wes Anderson al mainstream? Con «˜Fantástico Mr. Fox’ ya se dejaba entrever el camino a seguir con sus diseños de juguetes para el Happy Meal de McDonald’s. Pero cuidado, esto no es sinónimo de algo terrible. Hacer negocio de tu excesiva creatividad no es malo si consigues no traspasar la barrera del abismo. Pero pasar de contentar a cuatro gatos indies a un público globalizado siempre resultará bastante más goloso. Sí, «˜El Gran Hotel Budapest’ es el mismo cine exagerado de siempre, al cual recurren los más devotos del director texano, pero ahí el problema. Lo mismo de siempre. Con su última película, Wes Anderson pinta una caricatura de sí mismo, una caricatura de su yo menos conocido y, por supuesto, menos alabado. Salvemos a Wes cuanto antes de las garras del mainstream, por favor.