Todos los días agradezco enormemente estar soltera y recuerdo con satisfacción aquel momento mágico del Skype con mi ex, el erasmus, en el que dejé – dejamos (¿?) – la preciosa relación que teníamos y que nos había llevado a París y – casi me lleva – a Estrasburgo. Agradezco tanto la soltería como que mis padres y mis familiares más cercanos sigan vivos. Pero no he venido aquí a hablar de todas las ventajas que tiene la soltería. He venido a hablar de una en concreto.
Hace semanas, los amigos de La Vaca Argentina, nos invitaron a una cena que consistiría en una especie de speed-dating con solteros. Y bueno. Casi nos lo perdemos gracias a la cantidad de correo-spam que nos llega de diversas agencias de comunicación con notas de prensa que aburren a cualquiera. Gracias, agencias, por quemar contactos de esta manera. Pero un golpe de suerte hizo que abriésemos el correo de invitación a la cena el mismo día de la celebración, y voilí . Nos vimos compartiendo un chuletón de un kilo con un desconocido la mar de majo que se situaba justo enfrente de nosotros.
Amigas, qué cena. Qué cena.
Todo aquello consistía en una maravillosa venganza para con el día de San Valentín. Un elevado número de solteros – prensa y participantes del concurso que se organizó – quedaba dos días antes de esta entrañable fecha de corazoncitos horteras para poner en común experiencias y con una premisa 2.0. bastante clara: #dateelchuletón. Que darse el filete es tan de los 80 que echa pá tras.
Este ritual, que forma parte del culto a la vaca (qué maravilla la humanidad, de veras), coincidía con que, en el calendario que el restaurante dedica a la vaca, febrero es el mes del chuletón. Febrero también es el mes de San Valentín, para los despistados. Y el mes en que corté con mi ex, el erasmus de Usera. También es el mes donde todo se comparte. Y qué mejor que celebrar la soltería compartiendo un chuletón, amigas.
Y allí estábamos todos, en el restaurante de Castellana 214, donde desde las paredes nos miraban retratos de celebridades históricas argentinas y la decoración en tonos plata y rojos que Luis García Fraile había diseñado específicamente para ellos. Esta cita gastronómica, regada con vinazo desde antes de sentarnos a la mesa, comenzó con un distendido ambiente en el que todos (bueno, al menos esa sensación me daba) charlábamos animadamente y cada vez nos faltaba más vino, por mucho que trajesen. Mencionamos los memes de Pablo Iglesias, de Tinder y de adoptauntio, tranquilos. Los temas mainstream no faltaron. Pero también hablamos de Tesla (que se noten las carreras). Entretanto, iban llegando los platos.
El primero, la ensalada César. Que no falte el verde previo a la carnaza para hacernos sentir bien. Pero mirad, qué ensalada César, por Dios bendito.
El segundo, choricitos y provoleta a la parrilla. El queso maravilloso, señoras. De los choricitos poco puedo decir porque no los probé.
El tercero, las setas empanadas con alioli. Señor. Señor. Señor. Por poco dejo de ser atea.
El cuarto entrante, el queso de cabra con cebolla caramelizada de rigor.
Antes de llegar el plato fuerte, la idea era que nos moviésemos para hablar con otra gente con quienes no hubiésemos compartido experiencias. Pero bueno, hicimos un-poco-de-trampa porque en el grupito se estaba llegando al momento interesante y estaba feo dejar el tema a medias. Así es que, nos movimos, nos pusimos en situaciones parecidas, pero con gente a nuestros lados con quienes también interactuamos. Qué majos todos. Y llegó lo que todos esperábamos. No lo voy a describir teniendo fotos.
De verdad, ¿habrá algo más poético que este chuletón? Gastronómicamente, lo dudo. Nos lo terminamos enterito porque no había que hacerle el feo a ese pedazo de carne que nos miraba sonriente.
Y el postre, qué ricura. Tiramisú de maravilla.
También nos dieron champagne y café (descafeinado para todos, que era tarde y a las seis teníamos que estar en pie).
Tenemos que dar las gracias a los amigos de La Vaca Argentina por tan suculentos manjares. Y a la soltería. Y a los comensales que nos acompañaron, con quienes compartimos una experiencia maravillosa.
Y a la carne por existir, ¡qué diablos!
Por cierto, amigas, La Vaca Argentina rinde el #cultoalavaca durante todo el año, donde cada mes irá desentrañando una parte para que el cliente la conozca y pueda disfrutar de esta experiencia gastronómica e implantar la filosofía del amor por la carne.
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