Nunca estaremos a salvo de la mala gente. Esa tóxica de fondo negro -con pelos en el corazón, que dice mi madre-. Al menos, no parece que ningún robot o app vaya a señalarnos por la calle tipo Sims con quién no hablar, ante quién echar a correr o de quién no enamorarnos (más allá de la lectura de rasgos y muecas con ciertas gafas futuristas, que también pueden fallar). Pero molaría y lo sabes…
No obstante, hay otro ranking de bondad, de idoneidad. El del «no es posible que esto pase en el siglo XXI«. Cosas, actitudes, pistas, que te hacen pensar que alguien tiene algo que esconder y eso, en general, es para no fiarse en la era digital. Y eso se lee en su forma de proceder y en sus carencias tecnológicas. Así, no es de fiar quien:
No tiene WhatsApp
Nos sirve en sustitución cualquier aplicación de mensajería (Line, Telegram, Kik, Viber, Skype, messengers…). ¡Pero qué es esto de no tener ninguna! ¿Por qué? No hay explicación de recibo en la era digital. «Si alguien quiere algo de mí, que me llame», «No lo necesito para nada», «Que te puedan localizar en todo momento, te quita libertad»… Pero, pero, pero, ¿qué me estás contando? Págate unos céntimos y no obligues a quien cuenta contigo a gastar mucho más en localizarte y gestiona tu privacidad para, precisamente, ser más libre.
Te pide «el número de WhatsApp» en un bar
Los hay, los hay. ¿Qué tipo de persona te dice esto? Después del «estudias o trabajas» es lo más feo y ridículo que te pueden decir para pillar cacho. Todavía peor, pretende alargar el bochorno días después de conoceros escribiéndote mensajitos. Para aquellos y aquellas que crean que pedir «el número de WhatsApp» es una forma poco invasiva de atacar, sepan que como poco les deja en fantasmas. No es habitual tener dos números, uno con y otro sin aplicación. Y si lo encontráis, desconfiad también.
No está en ninguna red social
«A la gente que conozco la quiero en persona», «A saber dónde van a parar las fotos», «A mí no me encontrarán haciendo el ridículo», «¿De qué me sirve que me vea gente que no conozco o de la otra punta del mundo?», «Eso es para exhibicionistas». Desde luego si el resumen es este, definitivamente no entiende la razón de ser de las redes sociales ni sus posibles utilidades. Hoy por hoy estar en las redes sociales es parte de la proyección personal, incluso profesional. Es, hasta diría yo, una responsabilidad con el presente y el futuro.
Sí, se dan perversiones incontrolables y deslices, mostrando más de lo deseable, pero para eso está la privacidad, el bloqueo, una aplicación para cada perfil personal y finalidad…
Es un huevo
O sí tiene perfil en cualquier red social pero no tiene seguidores ni amigos (o es un huevo en Twitter). ¿Qué razón de ser es esta? Lo más probable es la de cotillear, stalkear. Suelen ser las mismas personas que dicen no estar en redes sociales o confiesan que sí con un «pero no las uso». WTF? ¡Desesperante!
No tiene ni una foto pícara en el móvil
¡Ja! Poco más que añadir. No te hace mejor persona no enviar o no recibir imágenes subidas de tono. ¡Estás vivo, no te justifiques!
No se hace selfies
Si es porque no sabe utilizar la cámara interna en esta era digital nuestra, no es que no sea de fiar, es que es para matarle directamente. Aquellas personas que sí se hacen y te incluyen en ellos, de hecho, pero abusan del dichoso palito extensible, también tienen sus puntos para morir lentamente…
Se geolocaliza donde ya no está o nunca estuvo
Hay quien vive obsesionado por lograr badges de unas y otras aplicaciones con el fin de superar a algún fulano conocido o desconocido comiendo hamburguesas o hasta pasando por las puertas de un centro de salud (a veces incluso sin bajar del bus…). Este tipo de práctica, además, suele llevar aparejada una insana intención de ser localizado o gritar su paso por ciertos lugares. Las personas que así lo pretenden son las que después, cuando les comentas que las viste checkearse o les preguntas si le gustó la experiencia en cuestión, te acusan de metomentodo. ¡Anda y… háztelo mirar, cari!
No pregunta si hay wifi en un local
A ver, nuestros móviles no consumen batería y datos, engullen, devoran. Alguna que otra llamada, venga mensajes, realización de fotos a punta pala y subidas y bajadas de archivos todo el día es lo que tiene. «Mi casa es donde hay wifi» es un lema ya extendido mundialmente y por algo es. Quien trabaja con el móvil bien lo sabe y quien simplemente es un fiel usuario de los smartphones y les saca aunque sea el partido mínimo que permiten, también. Por tanto, quien no pregunta por el wifi, ¿qué hace con su vida?
No lleva cargador
En su defecto, batería de repuesto (algo desfasado), fundas cargadoras o el propio cable (que te obliga a mirar desesperadamente las paredes de cualquier local para, en primer lugar, enchufarte. Luego, ya si eso, te pides un café). ¿Qué clase de persona se arriesga a quedarse desconectado del mundo, virtual y real? Pues eso, la de no fiar en la era digital, la que prefiere decir eso de: «Me quedé sin batería y…».
Lleva el móvil a todas partes
Esconde mucha información o no se fía de quien le rodea. En definitiva, «se cree el ladrón…». ¿Y qué falta de respeto es esa de ser capaz de escribir a alguien en pleno proceso en el trono? Hay cosas que pueden esperar. ¡Ay si ya hubieran llegado las app que reproducen aromas, ay!
Dice no hacer pantallazos
Los pantallazos son un peligro absoluto, en especial si nacen con el objetivo de ser enviados a un tercero. Pero todavía lo es más quien dice no hacerlos y estar llenando la red de confidencias. Id con cuidado con estas cosas, con hacerlas y con ser víctima de ellas. Al final, como en todo, es cuestión de ser responsables y consecuentes. Ajo y agua.
No usa emoticonos
¡Pero si nos ayudan a expresarnos! Con las caritas y dibujitos podemos completar lo que queremos decir o, más bien, decir sin usar palabra. Nos ahorran esfuerzos y nos salvan de algún apuro (especialmente aquellos momentos en que no puedes o no quieres hablar y sustituyen a las palabras y ¡que cada uno interprete lo que quiera!).
A estas alturas es muy raro que alguien no los use. Hay quien dice que son ridículos, que no los entiende o que no se identifican. Pues si no encuentras sentido a una mierda, una media sonrisa o unos ojos como platos, eres raro.
Si encuentras a alguien con todas estas lindezas, corre. Si no ha pasado por ninguna, también. Y, bueno, como en la vida carnal, nadie es al 100% de fiar a cada minuto del día. Y es que serlo también da qué pensar, los angelitos solo están en emoji… Confieso caer en alguna de estas premisas de vez en cuando. Quien esté libre de pecado, que tire el móvil al suelo (y bien fuerte).
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